sábado, 8 de noviembre de 2008

Corriente Ambigua

Soy pequeño de nuevo y hablo despacio

Me escondo tras sucias piezas de teclado

Manoseadas mil veces, mil veces emancipadas y amadas por amantes

Enemigos y sus amigos.

La vida nunca me supo a un suspiro

Y quizás no se me acabaron, abarcaron, encajaron,

Desterraron

Soterraron

Mis ojos, mis flores,

mis libros robados de la biblioteca nacional,

que salí a quemar frente a la plaza de la antorcha de la libertad

Me robé yo mismo las cartas y la alegría, sí, todas las que piensas.

Me gustaría poder dedicarle una línea a alguien

Pero quien sabe, después de todo, quizá amainen

Y mientras no me dejo escribir la palabra llorar

Sigo pensando en aquellos hombres cuyo simple

Placer es estar condenados por siempre a arar

Ese mar padre y asesinar hermanos sin temple

Un viejo quizás lo supo, sin pensar entonces indujo
A un pobre chiquillo descalzo cual pez sin su flujo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Pasaje a la perspectiva

Toda la vida me dijeron que estudiara. Mi madre entraba a mi cuarto intentando hacerme creer que iba de pasada a la sala de los computadores, la cual era ocupada como oficina. Ella siempre creyó que yo no me daba cuenta. Yo siempre supe que observaron mi espalda.
Siempre fui un alumno regular, me sacaba buenas notas, sí, es verdad, pero nunca fui estudioso, nunca fui disciplinado y las persistencias de las figuras que uno cree que son autoridad, terminó por hacerme un alumno que renegaba siempre el éxito, el podio, el reconocimiento plástico por sacar buenas notas. La gente siempre me reclamaba por mi actitud, me decían constantemente que no siguiera creándome como alguien inferior al que podría ser. Mediocre, insuficiente. Eso fui siempre. No sé si pensaban que la flojera era mi suicidio, pero yo seguí matándome lentamente y ellos siguieron pensando en las pruebas.

Noches estrelladas. Días empezando a teñirse de rojo, bordados por pequeños astros luminosos a lo lejos. Más noches y otro par de días fríos en que nos divertíamos andando por las calles de Santiago, varados después del carrete celebrábamos con los pájaros atrás, el cielo arriba y una enormidad de proyectos, pensamientos y deseos, tirados como basura adelante de nuestros pies. Eternos y efímeros. Breves y rápidos. Las calles vacías y nosotros seguíamos pensando en el alcohol. ¿Quién nos prohibiría algo esta noche?

Supongo que si uno intenta mirar hacia atrás, escenas de juventud siempre hay. Inagotables. Hermosas. Melancólicas.

Ese año estudié menos que nunca lo que debía estudiar, prefería mil veces más pensar en todo aquello que no entraba en la PSU. Fue mi mejor promedio de enseñanza media y uno de los años que recuerdo haber salido más también. Así la vida me escupió un sábado en la noche diciéndome que el puntaje obtenido no me alcanzaba para lo que había querido hasta entonces. ¿Me importo? Claro, supongo que el reconocimiento nunca dejo de importarme. Maldito día, maldita sensación de que incluso aquello contra lo que había luchado todo el año, no era más que una imágen en donde yo aparecía de espaldas en una banca de madera cualquiera, sentado en la azotea de un hotel cualquiera en Con Cón, mirando el horizonte perdido en las profundidades del oscuro mar. Ese día cualquiera y yo nos matamos y ninguno ganó. Un par de pitos con los amigos y unas chelas que nunca y siempre faltaron. ¿Y yo que veía la droga como el camino a la perdición? Meses pasaron antes de que bajara de esa azotea, ella permaneció en mi mente por largos días esas calurosas vacaciones. Pero por gracia divina -mal chiste, lo sé- uno tiene amigos y, también, conoce algunas personas que nunca lo serán.

Esperanza en el mañana. Después de un tiempo, la gente siempre pensó eso de mí. Seguramente me veían como un constante irresponsable, el cual creía que mañana todo podría estar mejor, que mañana, quizás a la vida le tocaría verme la espalda y yo, yo, sabría que nuevamente me estaban mirando.

No fue hasta que entre a la u que algo cambio, la gente empezó de a poco a decirme que no estudiara.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Cuando la gente pequeña habla despacio

“Tú conoces, lector, a ese monstruo delicado,

Hipócrita lector –mi semejante– mi hermano!”

Al lector, Charles Baudelaire

Cuando uno no escucha lo que la gente susurra entre dientes de leche caídos

Cuando existen cosas que deben permanecer por siempre en las oscuras mentes de los tuertos

Cuando el abismo se hace cada vez más grande en la soledad de mi propia mente imaginada

Cuando toda luz que haya habido en ti se apaga en un segundo interminable

Cuando ya no quedan más palabras de desolación en tu diccionario y el ruiseñor cante cada mañana más imperceptible que la anterior

Cuando un par de gotas y su líquido valgan menos que la vida de alguien tirada en una esquina

Cuando una laguna negra se dilate entre los momentos olvidados y manos cortadas sobre mesas uterinas

Cuando el de atrás se da cuenta que en nuestras mentes existen más paralelas de las que creemos

Cuando la gente pequeña habla despacio

Entonces,

Entonces, es cuando es hora de hacer algo que nunca sabré.

Pues después de todo, la gente pequeña nunca habla despacio.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Un día empecé a escribir un poema
redacte la primera línea en la tapa de un cuaderno
Seguí con la segunda contigo en mi recuerdo
Sin pensar llegue a la tercera y hasta el día de hoy intento
Terminar lo que un día tus ojos pusieron en mi lamento.

miércoles, 13 de agosto de 2008

I wanna be high

Uno se puede comprar una sopaipilla a cien pesos, facilmente en un día como estos. Oscuros faroles en agrietadas calles te pueden convidar a gastar los últimos trescientos pesos en una lata de cerveza. Asicalas veredas corroidas por el sudor de la conciencia fragmentada de nuestra sociedad pueden incitarnos a gastar nuestro billete mejor guardado de luca en un paraguas que nadie ocupará. En una calle como esta el que tiene cinco mil pesos no compra, ríe. En una calle como esta la gente puede seguir pasando. En una calle como esta puedo seguir pensando que lo único que compraría es algo que no venden en ningún lugar, algo que ninguna tienda ofrece, algo que ningun edificio imponente, maciso y blanco puede ofrecer; un saludo.

miércoles, 9 de julio de 2008

La duración de un susurro

Últimamente me cuesta tanto escribir, que lo único que no puedo dejar de hacer es crear historias en mi mente. Me pregunto si algún día alguien entenderá que lo que pasa ahí dentro no se parece en nada a un paseo por un lomo de toro o por un paso de cebra en diagonal.

Un jueves en la madrugada como este uno puede empezar a preguntarse por tantas cosas, que quizás entienda lo que significa rallar paredes ocupando voces ajenas o perder la cabeza desarrollando fórmulas. Al final, nunca puedo descartar que no entienda a nadie, si es que esa no es ya una... que importa lo que sea, a nadie le importa y a nadie le importará. Después de todo ni a mí me importa, solo pretendo creer que me importa un poco botar un papel al basurero y no en la calle. Intento creer que hace diferencia con el que bota el papel de las lays en la calle.

Moviendo los pies en la cama, cualquier persona en su sano juicio estaría a punto de pintarme de blanco los pies. ¿Qué tanto importará? Sí simplemente intento hallar algún lugar tranquilo. Tal vez todos sufrimos y, al final, cada uno encuentra su manera de moldear la mierda que le tocó. Al final la weed nunca se acaba y los abriles siempre quedan cerca estando ad portas de un fin de semana largo, llamado vacaciones.

A quien no le gustaría seguir escuchando saxofones toda lo noche, mirando alguna cara dibujarse en el cielo, en esta noche, en este dormitorio cerrado en el que lo único poético es el parentesco entre esas constelaciones dibujadas a lo lejos en el espacio y la pantalla negra de mi tele, en la que se reflejan como grandes puntos blancos, los reflejos de mi lámpara. El que use velas quizá no me entienda nunca, pero en fin, no espero que él me entienda, solo que por un rato masqué un poco de la realidad compleja del otro. Supongo que, después de todo, somos todos humanos, ¿no?

Apago las luces como riéndome de Betancourt y miro el techo distrayéndome con mi propia mente vacía. Se piensan tantas cosas que al final no queda nada. Una cabeza hueca más en este mundo, un pelo más en la sopa esperando que alguien se lo trague.

Son las 3 de la mañana y un nazi espera ver mi vista perdida en su oficina. Espera reírse viendo sentado al mismo alumno que faltó a la mitad de sus clases, intentando pasar el ramo como el judío que aguanta el aire en el baño de algún campo de concentración que, para mí, se llama San Joaquín. En fin, como soy humano, espero que dios se apiade de mi alma y por lo menos me dé un par de condones antes de tirarme para abajo. Al final, ¿Quién sabe si Dalí si imaginó un reloj en una noche capciosa como ésta? ¿Quién sabrá si viendo unas calles tan solitarias como hoy lo están para mí, alguien pensó en lo efímero de una canción?

lunes, 16 de junio de 2008

Al borde del camino

"Y si miras por mucho tiempo un abismo, el abismo también mirará dentro de ti"

Frederich Nietszche, Más allá del Bien y el Mal


A veces siento esa necesidad inconciliable de irme. Irresponsabilidad innata, quizá por la inmadurez, o a un par de vasos medio vacíos en tu repisa. A veces el alma me pide un párrafo aparte del resto del mundo, y ¿qué más se le puede hacer? sí, lo quiera o no, entre mis pecados y yo, tenemos un frío pacto de confianza, y aunque no logremos decirnos la mitad de lo que nos gustaría decirnos, seguimos siendo una imagen en el velador tan hermosa como cualquier otra que se le podría ocurrir a alguien que escribe, sin embargo, si me quedo sin palabras supongo que es porque no pienso y mientras mi pensamiento este condicionado por mi lenguaje violado por la realidad, seguramente seguiré siendo, ya no un grano de arena, si no una nube de humo al lado de la resaca del hoyo de realidad llamado arena.

Después de todo o antes del comienzo ¿Quién le podría enseñar a una letra del teclado a ser la R, el 1 o una metáfora inalcanzablemente efímera infinita inolvidable y perfumada de la soledad? ¿Quién le podría enseñar a esta mente de 40 grados de alcohol por milímetro cúbico a ser una alegoría aliterada del beso entre la desesperación y un par de párpados? Probablemente sea bonito sentirse capaz de describir el amor o cagarse en las oscuras golondrinas, al igual que puede ser inspirador un par de relojes para Dalí, sólo que al hacer las cuentas seguramente nos faltarán siempre tres peniques.

Siempre se hace tarde en la ciudad me dice Fito y sigo masticando mientras me hace callar un mendigo en la esquina de Macul con Grecia. El tiempo en la botella me mira de reojo desde aquella esquina, desde aquella perspectiva que ha visto pasar nuestras vidas perdidas día tras día. Mientras un borracho cualquiera canta the doors, yo me pregunto por el verdadero significado de la palabra inteligencia al no poder dejar de ver el vómito seco en la barba de aquél extraño que no para de cantar People are strange when youre a stranger/ Faces look ugly when youre alone.

El devenir del pensamiento es así, no se escoge cuando pensar y cuando no hacerlo, sólo se reacciona y se asocia. Supongo que mi sueño sería poder ver algún día un cartel publicitario, de alguna marca cualquiera, y al igual que aquél día olvidado en la persistencia de mi memoria, no lograr leerlo y ver en aquellas figuras inconexas, nada más que un par de números igual de absurdos que pensar que luego del 1 viene el 2.

Cuando el sol nos deja solos antes de tiempo el ánimo se me trastorna. Cuando los días de lluvia coartan mi sonrisa trato de no pensarme como un tipo complicado, trato de verme como un tipo cualquiera, trato de pensar que mi única fuente de percepción son mis manos. Maldita sensibilidad me dice un rapero español y empiezo a creer que el único instante de buena suerte del día, fue cuando tire un papel al basurero y después de rebotar en el canto del lado izquierdo, se lanzó en caída libre hacia el abismo, hacia la basura, se hundió como un deportista practicando un clavado. Así mismo me hundo yo, sobre mi propia basura, sobre mi propia decadencia, sobre mi propio abismo.